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ARQUITECTURA EN CELULOIDE

Existen momentos afortunados en el Arte, cuando ciertas expresiones se relacionan con otras. En las primeras décadas del siglo pasado, por ejemplo, la Bauhaus proporcionaba una educación integral: Artistas y artesanos trabajaban en conjunto para lograr una unidad constructiva que involucraba tanto al diseño como a diversos oficios de manufactura.


Le relación que ha existido entre la arquitectura y el cine, por ejemplo, se puede apreciar desde distintos puntos de vista. En primer lugar, como escenario; la arquitectura –o la creación de una arquitectura soñada– es el territorio en el que la trama ocurre. Pero también como concepto: El cine es un arte que se aprecia lineal y no globalmente, a fuerza de ir comprendiendo cada una de las secuencias; algo parecido a un recorrido. La arquitectura sólo puede apreciarse recorriéndola, es decir que, al menos en términos de apreciación, el cine y la arquitectura guardan ese importante paralelo.


Si hablamos de escenario, la forma más clara de encontrar arquitectura en el cine es la que tiene que ver con la ciudad. Evidentemente, cada vez que miramos la secuencia de alguna película miramos una locación, un escenario determinado; Pero esos espacios son el tablado de la vida común. Una obra cinematográfica puede suceder en el interior de una casa y por contexto que nos proveen los diálogos entendemos que la historia sucede en París, si bien la película entera pudo haber sido rodada en California. La relación se da cuando la arquitectura es un componente esencial no sólo de la historia, si no de la completa puesta en escena.

Después de la primera guerra mundial uno de los íconos preferidos de los modernistas era la ciudad, a la cual se la veía como una máquina viviente y un símbolo de la razón. Se podría decir que la ciudad industrializada y tecnificada se había convertido en un modelo idóneo de la modernidad. Una película que dibujó el espíritu de aquella época fue “Metrópolis”, de Fritz Lang. En una Diáfana ilustración de la estética modernista la película concreta una metrópoli casi perfecta cuya dinámica es una clara expresión del cambio y de la calidad efímera de la vida moderna. Luego se esboza la noción de una “destrucción constructiva” donde una revuelta de obreros devasta las máquinas que mantienen viva la ciudad y todo ello sirve para reencontrarse con un valor esencial de lo humano: el amor. “Tiempos Modernos”, la obra maestra de Chaplin, nos muestra un poco lo mismo pero en clave de humor.


Los modelos utópicos de la sociedad dieron pie a la utopía arquitectónica. La aspiración de los diseñadores para ofrecer un modelo social que se reflejara en la arquitectura, en la construcción de la ciudad. Éstas ciudades-modelo parecieron de pronto ocupar la mente de los arquitectos más renombrados: La Cittá Nuova de Antonio Sant Elia, los planes para la cuidad de Paris de Le Corbusier, la Usonia de Frank Lloyd Wrigth, la construcción de una ciudad entera sobre el mar de Kenzo Tangue o, la única de las grandes utopías urbanas que llegara a realizarse, la Brasilia de Lucio Costa y Oscar Niemeyer.


De los Dibujos de presentación de todas estas utopías se han desprendido fragmentos que se han colado hasta el tabloide. Películas en donde la arquitectura juega un papel importante en la puesta en escena. El género de ciencia ficción es aquel en el que se reflejan más este tipo de inclinaciones. Filmes que inspiran arquitectura. Arquitectura que inspira novelas. Novelas que se llevan al cine. Un mundo de referencias surgidas de aquí y de allá que se van infiltrando en la diversidad de las artes, que van dotando a las nuevas propuestas de una complejidad y arraigo cada vez mayor: Brazil, 1984, Un mundo Feliz, La ciudad de los niños perdidos, Matrix, Batman, en fin, no se podría llevar dignamente a la pantalla una película como estas sin una arquitectura convincente como escenario.

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